Lo reconocemos, este post no va a ser en absoluto objetivo. De hecho, probablemente es el más subjetivo de todos. Pero nos resulta imposible no ponerle sentimiento cuando hablamos de esta ciudad. La gran Calcuta. Te mentiríamos si la describiéramos amable, porque no lo es. Ni tampoco te la recomendaríamos para que pasaras tu luna de miel, ni tan solo para que celebraras tu cumpleaños. No tiene nada que no puedas ver en otros lugares de India, pero lo reúne todo y en cualquier momento.
Kolkata es esa amiga ruda y dejada, pero que te abraza y te susurra al oído, ¿A que lo estás disfrutando?. Es tan sencilla como complicada. Sus calles estrechas y sus calles anchas, sus edificios modernos y antiguos entremezclados. Algunos parecen dejados adrede para darle ese toque. Te sorprende cuando menos te lo esperas. Tiene esos detalles que hace que al final la acabes amando. Si te gusta India, Kolkata te la sirve en dos tazas.
Arriba y abajo, de lado a lado. Patearla va a ser siempre la mejor manera de disfrutarla. Tiene metro. No está mal si te vas a desplazar largas distancias o si quieres ahorrarte el follón del tráfico. Tiene autobuses. Llegan a cualquier rincón de la ciudad si consigues averiguar el destino al que van y subirte en alguno. La mayoría ni paran. Subes en marcha aunque esté lleno o tengas 80 años. Sus calles, cada una tan diferente a la anterior que andar por ellas es como abrir un regalo a cada paso. Algunas gustan y otras echan para atrás, pero ninguna deja indiferente.
Es cierto que te arrastra, te lleva por donde ella quiere. Le gusta mandar. Ya hemos dicho que tiene carácter. Teníamos decidido el camino por donde queríamos llegar a la Mother House, dónde está enterrada María Teresa de Calcuta. No habíamos avanzado dos pasos, que nos pone ante nosotros una calle estrecha, humeante y tan atractiva a los ojos de un viajero que no tuvimos más remedio que sucumbir. Lo hace sutilmente, casi sin darte cuenta. Unas cabezas de cordero colgando de un puesto, luego unos niños jugando en la calle te saludan, acto seguido un señor de barba poblada se cruza ante ti con una mirada profunda, y entonces caes en la cuenta: Interesante calle ésta, seguimos.
La decisión parece tuya, crees que lo has descubierto tú, pero no. Ha sido ella quien lo ha puesto ante ti, para que disfrutes. Igual que el día que madrugamos para coger un tren y nos encontramos con una distribución de pollos en plena calle. Maniatados, en grandes cestos de mimbre y algunos bocabajo para que los diferentes medios de transporte los recojan y hagan llegar a su destino. El sonido, el olor y la atmosfera en general es algo inquietante, pero ante ti vuelve a ponerte una situación que no esperabas. Así es ella.
Ella sabe que es importante, que tiene cosas que la hacen única. Howrah, ese puente gigantesco, que vibra por sí solo y que no cesa, es su niño bonito. A un lado, la estación de trenes más importante del país y al otro uno de los mercados más intensos que hemos visto hasta el momento. El mercado de las flores. Lo saca a relucir, te lo pone ante los ojos y te dice: ¿A que mola?. El primer día ya lo hizo. No llevábamos más de media hora esperando desde que había llegado nuestro tren, el Howrah Mail, que salimos a buscar un chai de madrugada. Cruzamos el puente de Howrah con el sol del amanecer candente, inmenso ante nuestros ojos. No nos dábamos cuenta, pero nos estaba conquistando, con sus armas más poderosas y sucumbíamos a sus deseos como dos adolescentes ingenuos. Es constante todo el tiempo. Lo hace para que no te vayas o no dejes de visitarla. Lo hace levantándose la falda y enseñándote sus calles.
Las pequeñas, esas de barrio, son las mejores, pero también tiene avenidas, parques y monumentos emblemáticos. Sus mercados están repletos, de mercancía y de compradores. A veces es demasiado ruidosa, calurosa y contaminada. Demasiado exigente, y no se cansa. Muchas veces es injusta, no cuida de los más desfavorecidos y los maltrata. No queremos que pienses que es perfecta.
Buscando el barrio de Kumortuli, de tradición alfarera donde se hacen la mayor parte de estatuas para las celebraciones religiosas, nos topamos con barrios humildes. Cerca de las vías del tren. Barrios auténticos al lado del río. Fuente importante de la ciudad. Ella lo sabe, y espiritualmente lo cuida, pero no como a nosotros nos gustaría. Lo llena de vida y cada ghat sirve, en su mayoría, para el aseo y los rituales. El que más nos gustó está cerca del mercado de las flores, por debajo del puente. Y no se olvida de alimentarte, sabe que con el estómago lleno eres más feliz. Sabe como ganarse al personal. Es perra vieja. Estés donde estés, cerca habrá una calle donde encontrarás diferentes opciones en forma de puestos callejeros. Seguramente, podrás escoger que comer, y como más te gusta: barato.
Es una ciudad antigua y de recorrido. Las ha visto pasar de todas las formas posibles y no ha dejado de cambiar. Se ha hecho rica y pobre. Es directa, sin tapujos, sin límites ni restricciones. Entendemos que asuste. Con un día no basta para entenderla, y siempre faltan para acabar de conocerla. No seas cagueta y déjate atrapar por esta ciudad. Por nuestra parte lo tenemos claro. Kolkata, nos quedamos contigo.