Conscientes que nuestro periplo llegaba a su fin, decidimos retrasar la llegada de éste desviándonos un poco del camino más corto. Habíamos oído hablar de una ciudad famosa por sus casas otomanas, un ejemplo bien conservado de la arquitectura de esta época. Es Patrimonio Mundial de la Humanidad, y aunque está fuera de los circuitos más turísticos, es visitada por muchos turistas, sobretodo turcos y chinos.
Llegamos a la ciudad de Karabük, a 9 kilómetros de Safranbolu. A la entrada de la ciudad hay una gran fábrica llamada Kardemir que cubre de polvo negro todo cuanto hay a su alrededor. La vemos por primera vez subidos en un camión conducido por un joven de no más de 20 años que se gana la vida transportando la materia prima que alimenta a la fábrica. Por las dimensiones de ésta, creemos que da trabajo al menos a más de la mitad de la población directa o indirectamente. Al otro lado de la ladera, un poco escondida, está la ciudad del azafrán.
En la Ruta de la Seda se comerciaba esta especie, tan preciada durante tanto tiempo debido a que se debe trabajar manualmente y aporta aroma a todas las comidas y dulces. Hablan de grandes propiedades para la salud, pero también hay que contar que de alguna manera hay que justificar su precio. Esta especie es la que da nombre a la población de Safranbolu. Z’fran es el nombre que recibe en árabe esta especia y en la misma plaza de la parte histórica de la ciudad hay un monumento en honor de lo que ha sido el medio de vida durante tanto tiempo.
Adentrarse en las calles históricas de Safranbolu es dar un pequeño salto al pasado. A parte de la propia arquitectura de las casas, Safranbolu reúne de todo. Un hermoso caravanserai, una mezquita, unos baños y el bazar son los edificios más representativos. Locales comerciales los hay en todas y cada una de la calles, y te venden cualquier producto hecho con azafrán o sin el. El pequeño bazar sigue manteniendo los antiguos oficios. Un viejo zapatero sigue enmendando zapatos mientras mira a la terraza de la tetería que sirve té preparado al carbón. En un recoveco del bazar unos jóvenes regentan una tienda de música y a su lado, un artesano de la madera sigue utilizando el cincel a la vieja usanza.
Creemos que la ciudad es un buen lugar para salirse de la ruta típica, conocer otra cara de Turquía y mezclarse con el turismo local. Relajarse aquí es fácil. Cogimos la última bocanada de aire antes de emprender nuestro último recorrido hasta la ciudad final, Estambul.