Tbilisi, capital de Georgia
La capital de Georgia la atraviesa el río Mtkvari y, como muchas de las ciudades que venimos visitando, en su momento fue una importante parada de la Ruta de la Seda. Un país entre Oriente y Occidente que claramente mira hacia Europa, exceptuando algunas regiones, como Abjasia y Osetia del Sur, que miran hacia Rusia. Interesante historia.
Llegamos y miramos la lista de hostels que teníamos apuntados. Nos dimos cuenta que los económicos quedaban muy alejados unos de otros. Nos dimos una vuelta y, después de ver un par, nos alojamos en el segundo. Éste se sitúa en un barrio popular, sin nada de oferta turística pero no muy alejado del centro. Podíamos llegar andando. Un lugar económicamente perfecto para instalarse durante 1 semana, descansar y explorar la ciudad con calma. No es necesario dedicarle tanto tiempo a la ciudad, pero Tbilisi tiene los suficientes atractivos para estar entretenido los días que hagan falta. A estas alturas del viaje nuestro ritmo era pausado y en Georgia el cuerpo nos pidió descansar en el largo periplo de la Ruta de la Seda de China a Turquía.
Destacamos algunos puntos de interés como la fortaleza Narikala, situada en lo alto de una colina y que se precipita directamente al río Mtkvari. Desde arriba se divisa el centro de la ciudad con unas bonitas vistas a la mezquita central, que destaca por su singularidad entre tanto templo cristiano, y los baños históricos. Los centros religiosos del catolicismo ortodoxo de la ciudad son sin duda su plato fuerte a visitar. Nos pareció muy interesante dar un paseo pasando por la Iglesia de Matekhi, la Catedral de la Santísima Trinidad y otros pequeños santuarios, donde los más devotos no dejan escapar la oportunidad para rezar al Dios. La madre Georgia o la plaza de la Libertad son lugares de exaltación patriótica, allí donde el georgiano se siente más orgulloso de su país. Pese a tener regiones en disputa territorial, por lo general Georgia es un país con una fuerte identidad nacional, se palpa en forma de banderas o símbolos, solo hay que preguntar a cualquier georgiano sobre el país en el que nació para entenderlo.
En Tbilisi nos volvimos a encontrar con Kasia y Víctor, una pareja de viajeros que conocimos en Dushanbé, en la capital de Tayikistán, y con los que compartimos algunos ratos durante nuestros días en la ciudad. Como no, los viajes y los planes futuros eran la tónica.
Kutaisi, tercera ciudad más poblada del país
Paramos en esta ciudad por necesidad. Camino a Turquía, aún dudábamos si acercarnos a las montañas del Cáucaso y decidimos parar aquí a valorar los siguientes pasos. Encontramos una casa de un matrimonio con unos dormitorios compartidos a buen precio. En la casa había otros viajeros y la familia estaba muy comprometida con todos, hasta tal punto que cada noche preparaban cenas con vino y vodka elaborado artesanalmente, por un módico precio. La idea por una noche nos pareció genial y nos animamos a quedarnos. La cena espectacular. Acabaron invitándonos y no tuvimos que pagar nada, pero al levantarnos a la mañana siguiente pensamos que no queríamos levantarnos con resaca cada mañana, y cambiamos de casa. Buscamos una alternativa más tranquila y dimos con una señora que nos lo puso muy fácil para que nos quedáramos con ella. Nos dio una habitación privada, una cocina a disposición las 24 horas y mejor de precio que el anterior. Enseguida nos sentimos como en casa. Con nosotros había solo un japonés que viajaba en bicicleta y estaba también de parón, iba mucho a su bola. Sentíamos que el cambio era a mejor.
Nuestras intenciones de parar aquí eran otras: pensar si subíamos a las montañas del Cáucaso, trabajar en el blog, ver como leches cruzábamos Turquía hasta Estambul y regresábamos a España sin gastarnos mucho dinero, planear el encuentro en Turquía con los padres de Alberto – que venían a vernos – y por supuesto, la temida vuelta. Cambios de escenarios. Toma de decisiones. Planteamientos inequívocos de que estás más cerca de casa que de India, donde empezó este viaje.
Para ir al centro teníamos que dar un largo paseo, que nos venía bien para estirar las piernas y despejar el cerebro. Visitamos la Catedral de Bagrati, alzada en una colina a las afueras del centro, preciosas vistas a la ciudad y que representa una de las más antiguas del país. También un día nos acercamos de excursión a ver el Monasterio de Gelati que conserva unos frescos alucinantes. Lo que más nos impresionó de la ciudad fue un edificio lleno de refugiados procedentes de la guerra de Abjasia, donde viven en una condiciones bastante límite.
Batumi, a las puertas de Turquía
¿Qué será lo que hace que esta ciudad sea peculiar? La respuesta la encontramos en su ubicación. Batumi es una ciudad portuaria, ubicada a orillas del Mar Negro y cerca de la frontera con Turquía. Ciudad con unos contrastes interesantes. Las Vegas del Mar Negro está especialmente orientada al turismo de Georgia, Rusia y Turquía. Ciudad con playa, edificios altos y casinos. El resultado es fàcil de adivinar. Una mezcla de ciudad vacacional, con comercio fronterizo y descontrol para los que en su país tienen otras restricciones.
Agradable para pasear por sus plazas y parques, ya que son los lugares más tranquilos de la ciudad. Nos encontramos con el turismo ruso enfocado a tostarse en la playa y a dejarse el dinero en sus excesos. El turismo local, enfocado a veranear unos días de vacaciones y, por otra parte, el turismo turco que, debido a las tasas tan elevadas en su país en productos como el alcohol o el tabaco, lo tienen casi restringido, por no hablar del juego y la prostitución.
Para respirar el ambiente fronterizo, hay que acercarse a la zona comercial de la ciudad donde venden de todo y los productos estrella son los que son. Basta con alejarse un poco de esta zona y dirigirse a la playa para cambiar de atmósfera. Restaurantes y bares de copas, bañadores y flotadores inflables, y un paseo marítimo interminable. Hay monumentos curiosos como la escultura de Ali y Nino, también conocida como la Estatua del Amor.
El centro de la ciudad tiene un punto antiguo que contrasta con el resto: iglesias, sinagogas y mezquita. Nos alojamos alejados de él. Es común que propietarios de casas habiliten habitaciones-apartamento con cocina, aire acondicionado y baño propio por días a los veraneantes. En busca de una de éstas, dimos con una familia que disponía de habitaciones equipadas en lo que sería un añadido a la casa principal, en plan guesthouse. La opción opuesta son hostels en pleno centro donde una cama en un dormitorio compartido, en un sótano, te cuesta lo mismo que una habitación de estas. De ahí, para arriba.
Tardamos 2 días en irnos hacia Turquía. Cruzar la frontera no tuvo ninguna complicación. Lo único en lo que pensábamos era en volver a sentir la amabilidad y hospitalidad que caracteriza al pueblo turco. La jugada de cambio de país estaba asegurada.