Después de un largo viaje termina la Ruta de la Seda. Desde Qingdao, donde empezó nuestro recorrido en China, cruzamos Asia Central, pasamos por Irán, Armenia y Georgia, hasta llegar a Turquía. Llegábamos a la antigua Constantinopla.
No nos olvidamos de nuestros meses previos viajando por un país que nos fascina, como es India, ya que nos permitió conocer Sri Lanka y Bangladesh, y cuando finalizó el visado que teníamos de 6 meses nos fuimos a países como Taiwán y Corea del Sur. Cada uno de ellos nos han aportado diferentes perspectivas de vida.
Estambul es una ciudad que nos fascina. Ya la conocíamos. Vinimos aquí antes de dejarlo todo e irnos a cumplir nuestro primer proyecto de la Vuelta al Mundo, y guardamos un gran recuerdo. Ahora las sensaciones eran bien distintas. No es lo mismo venir a pasar una semana de vacaciones que finalizar un gran viaje de más de un año en ruta. El valor sentimental es totalmente distinto. Su ubicación la hace muy especial. Media en Asia y media en Europa, una historia y una mezcla cultural indiscutible. Todo esto se palpa en cada rincón.
El Gran Bazar de Estambul es un laberinto del que cuesta salir, no tanto por encontrar la salida sino por la cantidad de productos que se pueden encontrar. Como años atrás, sigue siendo el punto de encuentro para muchos comerciantes que traen productos y se venden aquí a grito personalizado. Los mejores comerciantes pueden saber tu procedencia fácilmente, están muy acostumbrados a los transeúntes que vienen de muchas partes del mundo, y seguramente se dirigirán en tu propio idioma para entablar una conversación y persuadir para venderte cualquier cosa que tenga en la tienda. Todo de una manera cordial donde hay que tener en cuenta que la compraventa se entiende como un acuerdo entre dos partes. El regateo es algo habitual y forma parte de ese acuerdo.
Volver a ver Santa Sofía, la Mezquita azul, la Torre de Gálata y pasear por la plaza Taksim y la gran avenida Istiklal tiene un especial sentido para nosotros. Es una ciudad especial donde te puedes mover andando, en metro, en tranvía y hasta incluso es necesario el ferry en tu día a día. Las vistas de la ciudad desde el mar a cualquier hora, pero especialmente al atardecer, mires donde mires son hermosas. Gente en las orillas viviendo el Estambul más marítimo. Los minaretes de las mezquitas llamando al rezo cinco veces al día y sus cúpulas rompiendo con las líneas rectas de los edificios.
Estambul es muchísimas cosas a la vez. Tradicional y moderno, rico y pobre. Estuvimos un tiempo. Nos alojamos en barrios distintos Taksim, Gálata o Kadiköy y visitamos otros tantos, y nos sorprendimos de lo tan diferente que puede llegar a ser esta ciudad.
Disfrutamos de unos días en soledad hasta que coincidimos con Itziar y Pablo, también llegaron los padres de Alberto. Fue curioso que todos ellos fueran las últimas caras conocidas que vimos antes de salir de España hace año y pico. La familia despidiéndose en Barcelona cuando nos fuimos en un autobús rumbo a Madrid, e Itziar fue la persona que nos llevó al aeropuerto a coger nuestro vuelo que nos llevaba al comienzo de este gran viaje.
Allí estaban todos, con los primeros paseamos por Gálata mientras nos poniamos al día disfrutando de la movida de la ciudad, y con la familia, planeamos un recorrido de una semana en coche centrándonos en la Capadocia. Les preparamos un viaje que salió perfecto y que recordaremos siempre.
Ellos se fueron y nosotros decidimos quedarnos una semana más en Estambul, solos. El viaje aún no terminaba. Muchas emociones se mezclan en momentos así y teníamos que poner orden. Contentos por todas las experiencias vividas, tristes porque un sueño va llegando a su fín, nostálgicos al echar la vista atrás y muy afortunados por saber que todo ha ido genial. Hemos vivido mil aventuras y hemos gestionado nuestro viaje como nos ha dado la gana. Vivimos el mejor final que un viajero pueda imaginar.
Fin de la Ruta de la Seda.
PD: El fin no fue el fin, nuestro viaje continuó hasta Sofía, Bulgaria. Un pasaje aéreo barato, 15€, a España nos motivó a llegar hasta la capital de Bulgaria. Aprovechamos para visitar Plovdiv, conocer viajeros muy majos, como José María, y dedicar tiempo a pensar en los nuevos proyectos. Que haberlos, haylos.