Estamos muy cerca de los desiertos más calientes del mundo. En estos desiertos existen diferentes ciudades-oasis que permiten a la gente vivir en estos parajes tan extremos de Irán. Las altas temperaturas se hicieron notar enseguida. Viniendo de Isfahán, de clima mucho más suave, la temperatura ambiente en Kashan nos hacía arder la cara.
El centro histórico es sin duda lo más interesante de la ciudad. Un bazar precioso y casas de adobe, sin excepción. La construcción tradicional en esta región exigía que las casas tuvieran ventilación y estuvieran aisladas de manera que el calor no penetrase en el interior de las viviendas. El adobe ya es un material aislante – además aquí volvemos a encontrarnos con las torres de viento – y un nuevo tipo de construcción que aún no habíamos visto. Para evitar el calor del ambiente, todas las edificaciones se hacen hacia el interior de la tierra, es decir, hacía el suelo. No solo en las viviendas, también vimos este ejemplo en la mezquita más importante de la ciudad, la mezquita y madraza Agha Bozorg. Tiene un patio central hundido. Nos llamó la atención porque era la primera vez que veíamos esta característica en una mezquita. La visitamos en diferentes ocasiones, con diferentes luces y creemos que fue un acierto. Es muy fotogénica.
Paseando por la zona histórica vamos conociendo los lugares importantes. En la ciudad abundan casas tradicionales como la casa de Boroujerdi y Tabatabaie, que se han convertido en museos históricos, y algún hamman como el del Sultán Mir Ahmad que sirven como ejemplo de lo que fueron en su momento los baños públicos en el país, costumbre popular pero que a día de hoy el gobierno ha prohibido por completo.
No nos cansaremos de hablar de ellos. Los bazares en Irán. En el Bazar de Kashan, los arquitectos se esmeraron en decorar sus paredes y techos de una forma muy peculiar. Los caravanserais que se reparten por el bazar son magníficos, sobretodo el espacio que lleva por nombre la plaza de Aminoddole. Un lugar único y una obra de arte entre tantos locales comerciales lleno de esplendidas alfombras persas, que no desentonan para nada con la atmósfera que se respira. Las rosas de Kashan son famosas en todo el país. Las venden secas y sirven para aportar un plus de sabor al té y otras bebidas. También de ellas se hacen perfumes y aromas. Todo el bazar se encuentra abovedado, techos altos y, sistemas de iluminación y ventilación pensados para mantener fresco el lugar.
Por la ciudad nos gusta pasear, perdernos por sus calles solitarias y robamos alguna foto a los locales que caminan pegados a la sombra que proyectan los muros de las casas. Al caer el sol nos sentamos en la plaza central de Kamal-al-Molk, aprovechando los ratitos de brisa para sobreponernos del calor. Nos hospedamos en una casa tradicional convertida en hostel. Necesitábamos un respiro. Las experiencias humanas venían sucediéndose sin descanso y necesitábamos un poco de aire, nuestro aire, y así disfrutar, a otro ritmo, de esta belleza de ciudad oasis.