No es que fueran muchas las expectativas que teníamos en nuestra visita a la capital del país. Lima es una ciudad que se ha creado mala fama en el resto del país y de la que nadie consiguió hablarnos bien. Pues bien, pese a eso y gracias a que Migue nos acogió en su casa por los días que íbamos a pasar en la ciudad, nosotros hemos tenido una experiencia distinta.
Una gran urbe, donde pelean cientos de miles de personas al día por sobrevivir y a la que acuden otras tantas en busca de oportunidades.
El barrio donde nos acogió Migue da un punto de vista diferente y fuera del centro, alejado de la zona más turística de la ciudad. Se nota en el día a día, la humildad y el buen hacer, fue una gran suerte poder conocer esta parte de la ciudad.
Por otro lado está el centro, lugar al que llegan la mayor parte de los visitantes. Edificios coloniales, iglesias y catedrales y tiendas de todo tipo es lo que uno se encuentra en esta parte de la ciudad. Turística y con una puesta en escena algo diferente a la que se puede ver en otras partes de Perú.
Nos acercamos al barrio Miraflores, una burbuja dentro de la ciudad, donde todo podría estar pasando en cualquier ciudad europea y donde los comercios no tienen nada que ver con el Perú que conocíamos hasta ahora. Bonito paseo el que da al Pacífico y que discurre hasta Barranco, otro barrio por el estilo. La tranquilidad con la que uno puede sentarse en un parque a almorzar es algo de agradecer, pero no es el Perú que habíamos conocido y nos hizo sentir algo extraños, fuera de lugar.
Pese a todo, Lima es una gran ciudad y no bastan tres días para conocerla. Nosotros no estuvimos más tiempo y no podemos sacar conclusiones. Seguro que tiene mucho más potencial y guarda mucha más riqueza de la que llegamos a apreciar.