Cuando nos dijeron que era un oasis y que estaba rodeado de dunas, nos picó la curiosidad. Tan accesible desde una ciudad principal como Ica, no podíamos esperar nada inhóspito, pero tampoco lo que nos encontramos.
Si un oasis es un paraíso en medio del desierto, éste además es un paraíso para el turista desenfrenado en busca de excesos.
Lo que nosotros vimos fue un exceso de precios. Nos sorprendimos de lo tan turístico que resultó ser Huacachina. Aunque ya nos lo imaginábamos, guardábamos una pequeña esperanza de encontrar algo un poco auténtico en el lugar. Lo más auténtico que encontramos fue la arena.
Las dunas son bonitas, subir a ellas al atardecer es casi obligatorio. Todos los visitantes se sitúan en las partes altas de las montañas para ver caer el sol, otros siguen desplazándose en los tantos buggys que recorren el desierto y otros se deslizan ladera abajo con una tabla de sandboard atada a los pies.
A nuestra llegada, el lugar pareció perder todo el encanto que puede tener un oasis. Al amanecer subimos a una de sus montañas más cercanas, andamos su arista y disfrutamos de la tranquilidad del lugar, mientras la gente seguía durmiendo y los comercios apenas estaban abriendo. Para nosotros es el mejor momento para visitar el lugar, al menos poder verlo sin las manchas de turismo desenfrenado e imaginarnos que en algún momento este lugar tuvo otro tipo de encanto.
Pero Nazca fue diferente, llegar hasta allí ya fue interesante, algo premonitorio. Antes de llegar, el paisaje se torna totalmente árido y la vegetación desaparece. En un lugar así es difícil plantearse algún tipo de vida ancestral, sin las comodidades que hoy hacen del lugar un sitio habitable. Pero existió una cultura que si lo hizo, la Nazca, y además dejaron una huella muy importante. Las líneas de Nazca son conocidas, pero no sabemos si todo el mundo conoce la importancia y peculiaridades que tienen.
Edgardo nos acogió en su casa y nos explicó acerca de estas, el aprendizaje fue constante durante los días que estuvimos en su compañía y nos sorprendió mucho toda la historia que esconden las líneas, pero aún más lo que aún no se sabe. Están llenas de enigmas.
A veces, el viaje funciona de esta manera, lugares que deberían ser únicos y sorprendentes, resultan ser simples y decepcionantes, pero para no quedarse con un mal sabor de boca, el próximo sorprende tanto y causa tanto interés que compensa con creces lo anterior. Seguimos nuestro camino con arena en los zapatos, cruzando desiertos.